Te encontré en mis sueños, mientras con los ojos abiertos miraba el cielo inmenso. Te encontré tan seguro de vos mismo, tan arrogante y tan espectacular, como siempre.
Te paraste frente a mí y cuando lo hiciste, yo sentí que mi cuerpo se estremeció por completo. En tus ojos tan negros, redondos y profundos, yo creí que me perdía...
Estuviste diciendo algunas palabras que no entendí. Te escuché, es cierto, pero más allá de las cosas que decías, yo sentía que mis latidos se aceleraban y quise callar mis sentimientos, pero no pude.
En la noche inmensa que me envolvía, yo intenté escapar.
Quise marcharme y olvidar cuanto me dolia todo esto... pero no pude.
El silencio hediondo y torturador se apoderó de mí y me impidió marchar.
A lo lejos, sonaba la misma melodía... la misma que tantas veces te dediqué... solo que ahora su significado en mis oídos era distinto. Ahora me traía mucha tristeza... y uno que otro rencor.
Te fuiste. Tal como viniste. Sin hacer ruido, sin escándalos... sin pedir permiso.
Te fuiste y me dejaste con los ojos hinchados de tanto llorar.
Te fuiste y no te importó todo lo que yo podía estar sufriendo.
La noche en tu mirada, se perdió.
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